viernes, 30 de julio de 2010

El colectivo como clave del éxito

Durante más de 15 años he seguido una de mis grandes pasiones, el deporte, a través de Carrusel Deportivo. En cuanto un balón echaba a rodar y no tenía una tele cerca echaba mano de mi pequeña Sony plateada (gracias hermano por el regalo más duradero de mi vida) sintonizaba la 99.1 FM y me predisponía a pasar un gran rato con esa pandilla de locos que radiaban la jornada de liga.

Todo esto viene a cuento porque Carrusel ha muerto. Y no ha muerto porque lo hayan sacado de la parrilla. Tampoco porque hayan cambiado el formato del programa. Ha muerto porque han cambiado las personas.

Y por cambiar las personas no me refiero sólo a que haya habido un importantísima baja en la plantilla, sino que esa baja también ha cambiado a la gente que sigue allí. Lo que antes era un paraíso ahora parece un funeral. Y todo eso provocado por la ausencia de un solo empleado, vale que muy importante, pero uno al fin y al cabo.

Esta circunstancia refrenda un pensamiento que he tenido muy presente durante toda mi vida: la vía más rápida para llegar al éxito es el colectivo. Y detrás de todo colectivo sólo hay una cosa: personas.

Pero es extremadamente difícil conseguir un colectivo que funcione de forma óptima. Al final un colectivo son múltiples piezas que deben encajar para funcionar como un motor bien engrasado para un fin común. Cada una de ellas tiene una naturaleza, forma y carácter, pero debe aprender a convivir con piezas de muy diferente naturaleza, forma y carácter y eso es muy difícil de conseguir. En el momento que eso se consigue y se obtiene un motor bien engrasado la vía hacia el éxito está preparada para afrontar cuantos retos se planteen por delante, todos serán superables ya que lo que una pieza no pueda afrontar otra será capaz de hacerlo.

Pero lo que nadie debe olvidar es que al fin y al cabo todas las piezas no son más que personas. Y en la vida cualquier decisión o acción tiene detrás una persona. Un programa de radio no tiene personalidad por sí mismo, se la dan sus locutores. Un equipo de fútbol no tiene un estilo, se lo dan sus jugadores. Una empresa no tiene identidad en su origen, se la dan sus dueños. Eso es lo que nos da un valor diferencial a cada uno de nosotros y nos permite saber de nuestra importancia dentro de esa gran partida de ajedrez que es la vida.

Seguramente cuando la Cadena SER vea las audiencias del nuevo Carrusel Deportivo en la competencia pensará que no valoró en su justa medida la importancia de las personas dentro del equipo. Sus motivos tendrán para no haber intentado retener ese enorme valor que manejaban, pero sean cuales sean no van a ser rentables a la compañía, eso es seguro.

Pero el poder del colectivo también puede volverse contra el individuo, ya que uno puede llegar a pensar que el éxito se mantendrá de forma individual y eso en la mayoría de los casos no suele funcionar. Una pieza puede hacer funcionar perfectamente un motor de gran cilindrada pero por sí sola puede no ser capaz de mover ni un ciclomotor. Eso no debe olvidarse.

Cuando el colectivo del que hablábamos va un paso más allá se llega a un estado donde la química entre las piezas provoca una fusión prácticamente irrompible. Uno se cree en ese momento capaz de afrontar retos que nunca se plantearía en solitario y que esa química le permitirá superar de una u otra forma. Esa fusión química y prácticamente irrompible es la que existía en Carrusel hasta hace sólo unos meses. La rotura de una sola de las piezas ha destrozado el motor. Y no sólo eso, ha provocado la rotura de cuantas piezas estaban cerca de ella. Pero la mejor característica de esos colectivos químicos es que son capaces de reproducirse allí donde quieran.

Hoy más que nunca me siento parte de Carrusel y me siento orgulloso del equipo que me rodea. ¡Sois los mejores, compañeros!

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